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La Historia de Saviola
No nació con un pan bajo el brazo, si bien nunca le faltó nada. Javier tuvo una infancia feliz y llena de cariño. Hijo único y estudiante aplicado, Javier creció en el barrio del Bajo Belgrano con humildad y respetando a todos. La abuela materna de Javier nació en el pueblo cacereño de Alia y emigró a Buenos Aires en 1940 Casiana Yelmo Billares y sus hermanos Manolo y Gerardo dejaron atrás España al acabar la Guerra Civil que sufrió nuestro país. Se morían de hambre en Alia, un pequeño pueblo de la provincia de Cáceres en el que, sin embargo, se quedaron otros cuatro hermanos. Casiana, como tantos otros españoles de la postguerra, se instaló en Buenos Aires en búsqueda de prosperidad y una vida mucho mejor. En la capital Argentina contrajo matrimonio con Pedro Fernández. Tuvieron dos hijos. El mayor, varón, falleció antes de cumplir los treinta años. La niña, María Fernández Yelmo, creció, se convirtió en una atractiva mujer y decidió casarse con Roberto 'Cacho' Saviola, de obvia descendencia italiana. El 11 de diciembre de 1981 Roberto y María fueron padres de un bebé al que pusieron el nombre de Javier Pedro. Había nacido 'Javito' quien, desde muy niño, sintió adoración por Casiana, su abuela española.
Aún hoy en día, cuando por su cabeza pasan muchas cosas, no olvida a Casiana, con la que durmió muchas veces y a la que oía absorto contar historias de un pasado no muy feliz. Tal vez esas narraciones sirvieron para que Javier naciera con humildad y sabiendo el valor del esfuerzo. Los Saviola Fernández siempre han vivido en el número 1880 de la calle de Dragones, en el barrio de los 'Colegiales', Bajo Belgrano de Buenos Aires. No muy lejos, precisamente, del estadio Monumental, la catedral de un club centenario como es River.
Con ellos también vive Gregoria Yelmo, tía abuela de Javier, hermana de la inolvidable Casiana, que ayuda en las labores del hogar. 'El Pibito' creció rodeado
de mimos, cariño y atenciones.
Una de las grandes preocupaciones de 'Cacho' y Mary, como todo el mundo conoce a su madre, es que Javier tuviera la mejor educación posible. Obviamente a nadie de la familia se le pasaba por la cabeza que aquel niño flaco y de aspecto endeble, que siempre estuvo por debajo del peso que correspondía a su edad, acabaría convirtiéndose en uno de los mejores jugadores de la cantera de River Plate.
Su primer colegio fue la guardería Abrojito, cerca de su casa. De ahí pasó a la Escuela Nº8 de la calle Mendoza y, más tarde, ya con seis años de edad, fue
inscrito en el Colegio Espíritu Santo. En este periodo de tiempo fue cuando sacó a relucir su gran pasión por el fútbol. Tanto en el patio del colegio como en las calles adyacentes a su domicilio era habitual verle siempre con una pelota en los pies. Cuando los amigos de sus padres y otras personas le preguntaban al 'Pibito' qué quería ser de mayor, él siempre respondía: "Futbolista". La semilla de la afición a River Plate ya había germinado en su interior, sin duda porque sus amiguitos también lo eran.
A su padre no le pasó desapercibida esa inquietud y energía. Habló con su esposa y juntos convinieron que el niño ingresara en una escuela de fútbol cercana a casa, el club Ateneo Colegiales. También les apetecía que su hijo hiciera deporte y combinara así los estudios con la pelota. A pesar de ser el más bajito y delgado del equipo, Javier siempre destacó en sus inicios, incluso jugando contra chicos que le llevaban dos o tres años. Al menos así
lo recuerdan quienes fueron sus primeros entrenadores, que no olvidan que no había partido en el que Saviola no hiciera un mínimo de tres goles.
No se quedó en Ateneo Colegiales. Posteriormente pasó al club Río de la Plata y de ahí a la Asociación de Fomento Parque Chas. Las tres entidades son muy conocidas en el barrio de Belgrano por la gran labor que hacen con los niños.
Javier Saviola narra que precisamente defendiendo la camisera del Parque Chas vivió el mejor partido de su vida. Hasta ahora. Su equipo ganó por 8-4 y él solito hizo cuatro goles.
Fueron los técnicos José Curtí y Gabriel Rodríguez quienes ficharon a Javier Saviola con nueve años para formar parte del equipo benjamín de River Plate. Era enero de 1991 e ingresaba en la división novena. Fue creciendo como futbolista, como estudiante, como persona. Tres años más tarde, con doce, cuando ya estaba en la sexta división, Javier se llevó una alegría inmensa: había sido elegido para ejercer de recogepelotas en los partidos de River Plate. ¡Podría ver de cerca a sus ídolos!
Su integración en River no fue sólo futbolística, también humana. Abandonó la Escuela nº5 Congreso de la Nación para ingresar en la academia que tiene River Plate para sus chicos más jóvenes. De tal forma que Javier se pasaba el día entero en sus instalaciones.
Por la mañana estudiaba, por la tarde se entrenaba, los sábados o los domingos por la mañana jugaba con los infantiles y los días de partido del primer equipo en el Monumental ejercía de recogepelotas. Entonces tenía que dirigirse desde su casa en el autobús número 42, su compañero de viaje durante muchísimos años hasta que, ya mayor de edad, se sacó el carnet de conducir y pudo conducir el Peugeot 206 que le compró a su madre con la primera ficha profesional que cobró.
No viajaba solo. Lo hacía acompañado de Alejandro Corrales, un vecino a quien conoció con tres años de edad y con el que estudió y jugó en River hasta llegar al séptimo equipo. Javier le llamaba 'oveja' por la cantidad de rizos que tenía. Y Alejandro, por su parte, que era guardameta, le apodaba 'el rata', por sus dientes prominentes. Fueron inseparables hasta que River decidió no contar más con los
servicios de Alejandro. Su amistad continuó fuera de las canchas. El círculo de amistad de Javier lo cierran sus primos, con los que está muy unido. Nada ha cambiado en la calle Dragones. Sólo que Javier, el ídolo del barrio, se va a Barcelona.
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Habla Diego Maradona...
"Para mi, es un honor que Saviolita diga que le gustaría que yo lo dirigiera, pero me hace sentir viejo. En otras épocas, los pibes con condiciones que iban apareciendo decían que su sueño era jugar conmigo. Pero, bueno, será que cuando me vio jugar yo ya estaba de vuelta. Es un gran jugador. Lo veo y se me pone la piel de gallina. Tiene la calidad de un volante conductor de equipo y a la vez define como Van Basten. La hace fácil: mira al arco y la pone con la cara interna lo más lejos posible del arquero. Se parece mucho a Orteguita, pero así como les exigíamos a los técnicos que el Burrito jugara en los últimos 20 metros de la cancha, hasta que, por suerte, Bielsa lo entendió, ahora, con Saviolita, me parece que sucede lo contrario: para mi, tiene que jugar de diez, con dos delanteros más. Y si yo fuera el técnico de la Selección Argentina (quien te dice...), los otros dos serían el Cani y palermo. Saviola, arrancando desde atrás, puede ser demoledor para cualquier defensa de cualquier equipo. Porque a medida que los va encarando, los va dejando en el camino, hasta llegar a la asistencia o a la definición. También tiene capacidad para meter un pelotazo cruzado y limpiar las jugadas. Es completo, tiene habilidad y muy buen panorama; por eso te digo que es un desperdicio tenerlo metido adentro del área. Yo le daría libertad y no lo
volvería loco con tácticas. Eso hay que hacerlo con los que no saben jugar y él, me parece, la tiene demasiado clara. También lo rodearía de buenos jugadores porque los habilidosos necesitan que les
despejen el camino. Nadie se da una idea de lo lindo que es tener jugando a favor a un tipo que tiene las condiciones de Saviola. Con esto, que él me disculpe, pero quiero que quede claro que me hubiera gustado mucho más jugar con él que dirigirlo", Diego Maradona
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